Hoy, en el momento de publicarse este post, es 9 de septiembre y por algún extraño motivo, sin duda algún error humano (es decir, de este escribiente) no se ha publicado el post a su debido tiempo, esto es, el día 8, como debería haber sido. En fin, no afecta a la historia pero sí al efecto dramático de la publicación.
Tal día como hoy, un 8 de septiembre 1 de hace 503 años, culminaba en Sevilla la expedición de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano con la que se alcanzabael hito de circunnavegar el mundo por primera vez en la historia de la humanidad, por más que los libros de texto británicos sigan atribuyendo ese mérito al pirata Drake 2. Esta gesta representa uno de los hitos más extraordinarios en la historia de la exploración humana. Iniciada en 1519 y culminada en 1522, esta aventura marítima española, no solo abrió nuevas rutas comerciales hacia las islas de las especias (las actuales Molucas, en Indonesia), sino que también completó la primera circunnavegación del globo terráqueo, demostrando empíricamente la esfericidad de la Tierra y expandiendo los límites del conocimiento geográfico.
Capitaneada inicialmente por el navegante portugués Fernando de Magallanes, quien murió durante el viaje, la expedición fue culminada por el vasco Juan Sebastián Elcano, quien lideró el regreso de lo que quedaba de la flota tras el fallecimiento de Magallanes. De las cinco naves y aproximadamente 239-270 hombres 3 que partieron, tan sólo una embarcación, la «Victoria», regresó con 18 supervivientes, cargada de clavo y otras especias que amortizaron con creces los costos del viaje.

Esta gesta no fue sólo una proeza náutica, sino un capítulo clave en la Era de los Descubrimientos, que transformó el comercio mundial y las relaciones entre Europa y Asia. La expedición también reveló nuevas tierras, especies y culturas, documentadas detalladamente por fuentes primarias como la «Relación del primer viaje alrededor del mundo» de Antonio Pigafetta, quien describió minuciosamente las penurias, descubrimientos y encuentros.
Mas sabrá su Alta Majestad lo que más avemos de estimar y temer es que hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo, yendo por el occidente e viniendo por el oriente»
Juan Sebastián Elcano al Rey Carlos I de España
El principal propósito de la expedición era abrir una ruta comercial occidental hacia las Molucas, evitando la ruta portuguesa alrededor de África, buscando un paso entre el Atlántico y el Pacífico, conocido entonces como «mar del Sur.» La expedición hubo de enfrentarse enfrentó a desafíos de todo tipo: motines, hambrunas, enfermedades, conflictos con poblaciones locales y condiciones climáticas extremas. Exploraron el litoral americano al sur de Brasil, cruzaron el estrecho de Magallanes el 28 de noviembre de 1520, llegaron a las Filipinas donde Magallanes murió el 27 de abril de 1521 en la batalla de Mactán, alcanzaron las Molucas y, finalmente, la «Victoria» retornó a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522, habiendo completando la primera vuelta al mundo.
El contexto que favoreció la expedición
A finales del siglo XV y principios del XVI, Europa vivía una fiebre exploratoria impulsada por el deseo de acceder a las riquezas de Oriente, especialmente al comercio de especias como el clavo, la nuez moscada y la pimienta, esenciales para la conservación de alimentos y tan valiosas entonces como el oro. La caída de Constantinopla en 1453 a manos de los otomanos encareció el comercio terrestre, controlado por árabes y venecianos, obligando a las potencias ibéricas a buscar rutas marítimas alternativas. Portugal tomó la delantera con la ruta oriental alrededor de África, establecida por Vasco da Gama en 1498, otorgándoles un monopolio sobre las especias.

El Tratado de Tordesillas (1494) dividió el mundo: una línea meridiana asignaba el oeste a España (incluyendo América) y el este a Portugal (África, Índico y Brasil). España, interesada en una vía occidental a Asia, se basaba en el descubrimiento de Vasco Núñez de Balboa en 1513, quien avistó el Pacífico cruzando el istmo de Panamá, llamándolo «mar del Sur». Cristóbal Colón había intentado llegar a las Indias por occidente, encontrando oro en La Española y Centroamérica, pero no las especias.
Fernando de Magallanes, nacido alrededor de 1480 en Sabrosa (Portugal), con experiencia en expediciones portuguesas al Índico (llegando a Malaca en 1511), creía en la existencia de un paso occidental a las Molucas, argumentando que caían en la esfera española según Tordesillas. Rechazado por Manuel I de Portugal debido a disputas previas y al éxito de su ruta africana, Magallanes se trasladó a Sevilla en 1517, nacionalizándose español y casándose con Beatriz Barbosa.
Aunque la esfericidad de la Tierra era una certeza aceptada desde Eratóstenes (Cirene, 276 a. C. – Alejandría, 194 a. C.), el conocimiento geográfico era limitado y los cálculos subestimaban la circunferencia del globo. No se conocía la inmensidad del Pacífico. La cartografía de la época mostraban costas atlánticas americanas hasta Brasil y Asia de una forma vaga. Abrir rutas occidentales era crucial para romper el monopolio portugués, reducir costos y consolidar la soberanía española.
Los reparativos y la búsqueda de financiación
El rey Carlos I (V de Alemania), un joven de tan sólo 18 años, aceptó el proyecto pese a reticencias iniciales debido a las arcas reales mermadas por las guerras, los riesgos de comenzar un conflicto diplomático con Portugal -el embajador portugués Álvaro da Costa intentó sabotear el proyecto en varias ocasiones- y las dudas sobre la lealtad de Magallanes fueron tan sólo algunas de las dificultades a superar para obtener la financiación y los medios necesarios. Apoyado por Rui Faleiro, el cosmógrafo que expuso, la idea de una nueva ruta por occidente para llegar a las Molucas, reemplazado en la flota por Juan de Cartagena, por Juan Rodríguez Fonseca y por Cristóbal de Haro (quien financió el 25%), se firmaron las Capitulaciones de Valladolid el 22 de marzo de 1518, concediendo títulos y monopolio comercial. El costo fue de unos ocho millones de maravedíes. Los documentos primarios como las capitulaciones detallan las concesiones otorgadas: Magallanes y Faleiro serían nombrados gobernadores de las tierras descubiertas y recibirían un quinto de las ganancias obtenidas.

La flota estaba formada por las naves «Trinidad» (capitana), «San Antonio», «Concepción», «Victoria» y «Santiago», con provisiones para dos años, incluyendo vino, aceite, harina y armas, contando con una tripulación multinacional de españoles, portugueses, italianos y griegos, hasta un total de 239 hombres según las listas iniciales. Entre los triplantes se encontraban Antonio Pigafetta en calidad de cronista, caballero de Rodas, Juan Sebastián Elcano como maestre de la «Concepción» y Juan de Cartagena como alto representante de la corona, además de capitanear la nao «San Anrtonio» y actuar como veedor 4 general de la flota. Pigafetta describe la preparación: «Se acabó de vituallar la escuadra. Todas las mañanas se bajaba a tierra para oír la misa en la iglesia de N. S. de Barrameda; y antes de partir, el jefe determinó que toda la tripulación se confesase, prohibiendo en absoluto que se embarcase mujer alguna en la escuadra.»
La Flota Inicial:

La «Victoria» fue la única superviviente. Completó la primera vuelta al mundo, habiendo recorrido unas 15 veces la distancia del primer viaje de Colón a América.
| Nave | Tonelaje | Tripulación | Capitán | Observaciones |
|---|---|---|---|---|
| Trinidad | 110 | 62 | Fernando de Magallanes | Abordada por portugueses en Molucas; Pigafetta la describe como la más grande y capitana. |
| San Antonio | 120 | 57 | Juan de Cartagena | Desertó en el estrecho; mayor tonelaje, usada para provisiones. |
| Concepción | 90 | 44 | Gaspar de Quesada | Quemada en Filipinas por falta de hombres. |
| Victoria | 85 | 45 | Luis de Mendoza | Única en regresar; Pigafetta la elogia por su resistencia. |
| Santiago | 75 | 31 | Juan Serrano | Naufragó en Patagonia; la más pequeña de las naves, indicada para exploraciones. |
El Viaje: Travesía Atlántica hasta la Patagonia
La flota partió de Sevilla el 10 de agosto de 1519, descendiendo el Guadalquivir hasta Sanlúcar, zarpando definitivamente el 20 de septiembre tras ultimar preparativos y misas diarias. Magallanes otorgó testamento el 24 de agosto. Tras una breve escala en Tenerife para abastecerse de agua, víveres y leña, la flota se lanzó a cruzar el Atlántico. Para evitar conflictos con Portugal, cuya esfera de influencia según el Tratado de Tordesillas incluía las costas africanas, Magallanes ordenó navegar alejados de la costa, pasando por Cabo Verde y Sierra Leona. Sin embargo, el 3 de octubre de 1519, la travesía se vio interrumpida por violentas tormentas que pusieron a prueba la resistencia de la tripulación. Durante estas tempestades, los marineros presenciaron un fenómeno que interpretaron como una señal divina: el fuego de San Telmo, un resplandor causado por descargas eléctricas en los mástiles. Pigafetta describió este espectáculo con asombro: «Durante esas tormentas, vimos frecuentemente el fuego de San Telmo… a modo de antorcha en la noche en la punta del palo mayor de una nao, permaneciendo allí más de dos horas. Antes de desaparecer, la luz se hizo tan intensa que durante un cuarto de hora los marineros caminaron ciegos pidiendo clemencia.»

A medida que avanzaban, surgieron tensiones internas que amenazaron la unidad de la expedición. Juan de Cartagena, capitán de la «San Antonio» y designado como «conjunta persona» según las instrucciones reales, desafió la autoridad de Magallanes al no ser consultado en las decisiones clave. En un acto de insubordinación, Cartagena se negaba a saludar a Magallanes como «capitán general«, dirigiéndose a él simplemente como «capitán«. Esta disputa culminó en un enfrentamiento durante una reunión a bordo de la «Victoria», donde Magallanes ordenó el arresto de Cartagena. Para mantener el control de la «San Antonio» nombró primero a Antonio de Coca y luego a Álvaro de Mezquita como nuevos capitanes, consolidando su liderazgo frente a las crecientes disensiones.
Durante esas tormentas, vimos frecuentemente el fuego de San Telmo… a modo de antorcha en la noche en la punta del palo mayor de una nao, permaneciendo allí más de dos horas. Antes de desaparecer, la luz se hizo tan intensa que durante un cuarto de hora los marineros caminaron ciegos pidiendo clemencia
Antonio Pigafetta
Tras casi cuatro meses de navegación, el 13 de diciembre de 1519, la flota llegó a la bahía de Santa Lucía, hoy conocida como Río de Janeiro, en el actual Brasil. Allí, los expedicionarios establecieron contacto con los indígenas locales, probablemente tupí-guaraníes, con quienes intercambiaron objetos como espejos, cascabeles y peines por alimentos frescos, como frutas, aves y pescado. Este breve respiro permitió reabastecer las naves y recuperar fuerzas antes de continuar hacia el sur. En su búsqueda del paso hacia el océano del sur, Magallanes exploró el Río de la Plata, un amplio estuario que inicialmente creyeron podía ser el ansiado canal. Pigafetta describe este momento con detalle: «Encontramos un gran canal que se dirigía al interior… Tras quince días se dieron cuenta de que aquello era una ensenada.» Tras confirmar que el Río de la Plata, con sus 300 kilómetros de ancho, no era el paso buscado, la expedición prosiguió costeando hacia el sur, adentrándose en regiones cada vez más frías y desconocidas.

Al llegar a la Patagonia, la expedición encontró un paisaje desolado y hostil, marcado por vientos helados y tierras áridas. Fue aquí donde Pigafetta, fascinado por los indígenas tehuelches, exageró sus características físicas, describiéndolos como gigantes: «Uno de ellos era tan alto que nuestra cabeza apenas le llegaba a la cintura.» Esta descripción, probablemente influida por la estatura y la robustez de los tehuelches, junto con sus grandes pies envueltos en pieles, dio origen al nombre «Patagonia», derivado de «patagones» o «pies grandes«.
En la bahía de San Julián, la expedición estableció contacto con los tehuelches, iniciando intercambios pacíficos en los que ofrecían espejos, cuchillos y otros objetos europeos a cambio de alimentos, como carne de guanaco y pescado. Pigafetta y Maximiliano Transilvano, otro cronista que recopiló testimonios de los sobrevivientes, describen estas interacciones con detalle, destacando la curiosidad mutua entre los europeos y los indígenas. Sin embargo, Magallanes, siguiendo las prácticas de la época, ordenó capturar a dos hombres y varias mujeres tehuelches para presentarlos ante el rey Carlos I como evidencia de los pueblos descubiertos. Esta decisión tuvo consecuencias trágicas: uno de los indígenas escapó, otro murió al negarse a comer, posiblemente por resistencia o desesperación, y un marinero español perdió la vida tras ser alcanzado por una flecha envenenada durante un altercado. Estos eventos, narrados por Pigafetta, reflejan las tensiones y los malentendidos culturales que caracterizaron los primeros encuentros entre europeos e indígenas en la región.
Invernada en Patagonia y el Motín
A finales de marzo de 1520, la expedición de Fernando de Magallanes, exhausta tras meses navegando por las costas del Atlántico sur, se enfrentó a las duras condiciones del invierno austral en la Patagonia. El 31 de marzo, Magallanes decidió establecer un campamento en la bahía de San Julián, en el actual territorio de Argentina, para resguardarse del frío extremo y la escasez de víveres. Las temperaturas gélidas y la falta de alimentos frescos obligaron a reducir las raciones, lo que generó un creciente descontento entre la tripulación, ya agotada por la incertidumbre de encontrar el paso hacia el océano del sur. Algunos capitanes, frustrados por las penurias y dudando del éxito de la empresa, exigieron regresar a España, desafiando la autoridad de Magallanes.
La tensión estalló en un motín liderado por los capitanes Juan de Cartagena, Gaspar de Quesada y Luis de Mendoza el 1 de abril de 1520. Inicialmente contaron con el apoyo Elcano, entonces maestre de la nao «San Antonio». Los amotinados tomaron el control de esta y otras naves, desafiando abiertamente a Magallanes y buscando imponer su plan de retornar a España. Magallanes, con una combinación de astucia y determinación, actuó con rapidez para sofocar la rebelión. Envió un grupo leal, liderado por Gonzalo Gómez de Espinosa, a recuperar la «Victoria», donde Mendoza fue asesinado durante el enfrentamiento.

Posteriormente, Magallanes capturó a Quesada, quien fue juzgado, ejecutado y descuartizado como advertencia a los demás. Juan de Cartagena y el clérigo Pedro Sánchez de la Reina fueron abandonados en la costa patagónica, condenados a una muerte casi segura en aquel entorno inhóspito. A pesar de la gravedad del motín, Magallanes perdonó a unos 40 rebeldes, incluyendo a Elcano, debido a la necesidad de mantener suficiente tripulación para continuar el viaje. Pigafetta documentó el episodio con precisión: «Los capitanes Gaspar de Quesada y Luis de Mendoza… se amotinaron contra el almirante… La insurrección fue reprimida con la muerte de Mendoza y la ejecución de Quesada, mientras otros fueron perdonados por necesidad.«
Poco después, el 3 de mayo de 1520, la expedición sufrió otro revés cuando la nao «Santiago», enviada a explorar la costa hacia el sur bajo el mando de Juan Serrano, naufragó en el río Santa Cruz debido a una tormenta. Aunque la tripulación logró salvarse, la pérdida de la nave, la más pequeña de la flota, redujo aún más los recursos de la expedición. Los supervivientes fueron redistribuidos entre las cuatro naves restantes: «Trinidad», «San Antonio», «Concepción» y «Victoria». Como símbolo de su paso por la región, Magallanes ordenó erigir una cruz en un lugar conocido como Monte Cristo, marcando su presencia en estas tierras remotas.
El Estrecho de Magallanes
Tras meses de explorar las costas patagónicas en busca de un paso hacia el océano del sur, la expedición de Fernando de Magallanes llegó a un momento decisivo en octubre de 1520. se adentraron en un intrincado y gélido laberinto de canales en el extremo meridional de América. Este paso, inicialmente bautizado por Magallanes como «Istrecho de Todos los Santos» en honor a la festividad del 1 de noviembre, sería conocido más tarde como el estrecho de Magallanes, en reconocimiento a su hazaña como el primer europeo en cruzarlo. La navegación por este canal fue una proeza de paciencia y valentía, ya que los fuertes vientos, las corrientes impredecibles y los estrechos pasos rodeados de acantilados helados hacían del trayecto una tarea extremadamente peligrosa.

Para sortear el complicado terreno, Magallanes empleó una estrategia meticulosa: una de las naves, generalmente la más ligera, se adelantaba para explorar los canales y buscar rutas seguras, regresando luego para guiar al resto de la flota. Este proceso, lento y arduo, permitió a los expedicionarios avanzar a través de lo que Pigafetta describió como un auténtico laberinto de aguas frías y traicioneras. Durante la travesía, los marineros observaron numerosas hogueras encendidas en la costa sur por los pueblos indígenas, probablemente los selk’nam o yaganes, que habitaban esas tierras inhóspitas. Pigafetta relató este fenómeno con fascinación: «Los españoles avistaron mientras navegaban por el estrecho numerosas hogueras en la costa sur, encendidas por los indígenas… Es por ello que los españoles denominaron al mismo ‘Tierra del Fuego‘.» Y de este modo, aquellas llamas, visibles en la oscuridad de la noche, dieron su nombre a la región que hoy conocemos como Tierra del Fuego.
Sin embargo, la expedición sufrió un revés significativo durante esta etapa. El 1 de noviembre de 1520, la nao «San Antonio», al mando de Esteban Gómez, desertó de la flota. Aprovechando la confusión de las exploraciones en el estrecho, Gómez y parte de la tripulación, descontentos con las penurias del viaje y dudando del éxito de la empresa, decidieron regresar a España. Tomaron la ruta del Atlántico, posiblemente pasando por las islas Malvinas, y navegando a través de la costa de Guinea, arribaron a Sevilla el 6 de mayo de 1521. Esta deserción redujo la flota a tres naves y mermó aún más los recursos y la moral de los expedicionarios.
Finalmente, el 28 de noviembre de 1520, tras más de un mes de navegación cautelosa, las naves «Trinidad», «Concepción» y «Victoria» emergieron del estrecho y se encontraron frente a un nuevo océano, vasto y aparentemente tranquilo. Magallanes, impresionado por la serenidad de sus aguas en comparación con las tormentas del Atlántico, lo nombró «Mar Pacífico«. Pigafetta, reflejando la maravilla de este momento, escribió: «Aquel mar del Sur que, por lo serena y tranquila que estaba su superficie, recibió el nombre de ‘Pacífico‘.» Sin embargo, esta calma inicial sería engañosa, pues la travesía por el Pacífico se convertiría en una de las pruebas más duras de la expedición
La Travesía del Pacífico hasta las Marianas
Tras cruzar el estrecho de Magallanes el 28 de noviembre de 1520, la expedición de Fernando de Magallanes se adentró en el vasto océano Pacífico, al que él mismo bautizó con este nombre por la aparente calma de sus aguas en los primeros días. Sin embargo, esta travesía, que se prolongó durante tres meses y veinte días, se convirtió en una de las etapas más duras y devastadoras del viaje. Subestimando la inmensidad del océano, que era mucho mayor de lo que los mapas y conocimientos de la época sugerían, la flota, ahora reducida a tres naves tras la deserción de la San Antonio, no avistó tierra firme durante todo este período. Las condiciones a bordo se volvieron extremas, marcadas por el hambre, el escorbuto y la desesperación.
Antonio Pigafetta documentó con detalle las penurias sufridas: «Durante tres meses y veinte días no vimos tierra alguna… La galleta que comíamos ya no era más pan, sino un polvo lleno de gusanos que habían devorado toda su sustancia. Además, tenía un olor fétido insoportable porque estaba impregnada de orina de ratas. El agua que bebíamos era pútrida y hedionda. Por no morir de hambre, nos hemos visto obligados a comer los trozos de piel de vaca que cubrían el mástil mayor para que las cuerdas no se estropeasen contra la madera… Muy a menudo, estábamos reducidos a alimentarnos de aserrín; y las ratas, tan repugnantes para el hombre, se habían vuelto un alimento tan buscado que se pagaba hasta medio ducado por cada una de ellas… Nuestra más grande desgracia llegó cuando nos vimos atacados por una especie de enfermedad que nos inflaba las mandíbulas hasta que nuestros dientes quedaban escondidos.» Esta enfermedad, conocida ahora como escorbuto, causada por la falta de vitamina C, debilitó gravemente a la tripulación, causando hinchazón, sangrado de encías y, en muchos casos, la muerte.

La falta de alimentos frescos y agua potable llevó a los hombres a extremos inimaginables. Las provisiones, como la galleta náutica, estaban infestadas de gusanos, y el agua almacenada se corrompió, volviéndose casi imbebible. La desesperación llegó al punto de que los marineros pagaban sumas exorbitantes por ratas, consideradas un manjar en comparación con el cuero reblandecido o el aserrín. Pigafetta también menciona un caso extremo en el que un marinero murió tras intentar beber orina, lo que ilustra la gravedad de la situación.
Finalmente, el 6 de marzo de 1521, la expedición alcanzó la isla de Guam, parte de lo que denominaron «Islas de los Ladrones» debido a un incidente en el que los indígenas locales robaron un bote auxiliar de la flota. A pesar de este encuentro inicial, los españoles lograron comerciar con los nativos, obteniendo frutas frescas, como cocos y plátanos, y agua potable, lo que proporcionó un alivio crucial para los tripulantes afectados por el escorbuto. Este contacto, aunque tenso, permitió a la expedición recuperar fuerzas antes de continuar hacia las Filipinas. Pigafetta describe la isla como un lugar de alivio tras meses de sufrimiento:
Hallamos allí frutas y agua que nos salvaron la vida, aunque los nativos intentaron llevarse nuestro esquife.
Antonio Pigafetta
La travesía por el Pacífico puso a prueba la determinación de la tripulación y evidenció los límites del conocimiento geográfico de la época. La llegada a Guam marcó un punto de inflexión, permitiendo a los sobrevivientes continuar su viaje hacia las Molucas, aunque con una tripulación diezmada y recursos escasos.
Llegada a las Filipinas y Muerte de Magallanes
El 16 de marzo de 1521, la expedición avistó Sámar, en las Filipinas, a las que Fernando de Magallanes denominó «islas de San Lázaro» por coincidir con el día de dicho santo. En la isla de Cebú, establecieron una alianza con el rajá Humabón, quien, junto con su esposa y numerosos súbditos, fue convertido al cristianismo en una ceremonia masiva. Magallanes erigió una cruz de madera, conocida hoy como la Cruz de Magallanes, como símbolo de esta conversión. Antonio Pigafetta, cronista de la expedición, describe las conversiones y las demostraciones de armas de fuego para impresionar a los indígenas: «Hicimos disparar los mosquetes y arcabuces para mostrar nuestra fuerza, y el rajá y su pueblo quedaron maravillados.» Estas acciones buscaban consolidar la autoridad española y asegurar la cooperación local.

Para reforzar la alianza con Humabón, Magallanes decidió intervenir en un conflicto local contra Lapu-Lapu, jefe de la isla de Mactán, quien se resistía a someterse. A pesar de las advertencias de su tripulación, incluido Juan Sebastián Elcano, Magallanes insistió en liderar un ataque directo. El 27 de abril de 1521, en la batalla de Mactán, Magallanes y unos 50 hombres enfrentaron a más de mil guerreros indígenas. La marea baja impidió acercar los barcos para usar cañones, y los españoles, agotados tras vadear casi un kilómetro de agua, quedaron en desventaja. Pigafetta relata: «Magallanes se enfrentó a un grupo indígena para que sus hombres pudieran escapar… Un indígena le clavó una lanza en la pierna, haciéndolo caer. En ese momento, todos los indígenas corrieron a él y lo lancearon hasta la muerte.» Magallanes murió en combate, y su cuerpo no fue recuperado pese a los intentos de negociación.
La decisión de Magallanes de atacar Mactán reflejó su testarudez y ambición personal por imponer el dominio español, ignorando las advertencias de su tripulación sobre la superioridad numérica de los indígenas y la falta de preparación para una batalla terrestre. Esta imprudencia, documentada por Pigafetta, le costó la vida y debilitó la expedición. Tras la muerte de Magallanes, el 1 de mayo de 1521, Duarte Barbosa y Juan Serrano, quienes asumieron el mando, fueron traicionados y masacrados junto a unos 30 hombres durante un banquete organizado por Humabón en Cebú, que resultó ser una emboscada.
La expedición, diezmada, decidió abandonar Cebú. En la isla de Bohol, al contar solo con 108 hombres, insuficientes para manejar tres naves, quemaron la nao «Concepción» por su mal estado y falta de tripulación. Juan López de Carvalho fue nombrado jefe provisional de la flota, compuesta ahora solo por la «Trinidad» y la «Victoria».
Las Molucas
Tras la trágica pérdida de Fernando de Magallanes y la masacre en Cebú, la expedición, ahora reducida a dos naves, se enfrentaba a un nuevo desafío en su búsqueda de las codiciadas islas de las especias. En septiembre de 1521, la tripulación, diezmada y desmoralizada, destituyó a Juan López de Carvalho como jefe de la flota debido a su conducta negligente y decisiones cuestionables, incluyendo su implicación en actos de indisciplina en las Filipinas. En su lugar, nombraron a Gonzalo Gómez de Espinosa como capitán de la nao «Trinidad» y a Juan Sebastián Elcano como capitán de la nao «Victoria», marcando un punto de inflexión en el liderazgo que llevaría a la culminación del viaje.
El 8 de noviembre de 1521, las naves arribaron finalmente a Tidore, una de las islas Molucas, el ansiado destino de la expedición. Allí, establecieron contacto con el rey Almanzor, quien recibió a los expedicionarios con hospitalidad y permitió el comercio de clavo 5 , la especia cyo comercio justificaba la empresa. La flota cargó unas 26 toneladas de clavo, un cargamento de inmenso valor que prometía cubrir los costos del viaje y generar ganancias. Pigafetta describió este momento con entusiasmo: «Llegaron a las islas Molucas el 7 de noviembre de 1521, atracando en la isla de Tidore… Pidieron permiso a su rey para comerciar, y él, con gran cortesía, nos permitió tomar cuanto clavo necesitáramos.» Este intercambio no solo aseguró el éxito comercial de la expedición, sino que también consolidó una relación amistosa con los habitantes de Tidore, en contraste con las tensiones vividas en las Filipinas.

Sin embargo, no todo salió según lo planeado. La nao «Trinidad», la capitana de la flota, presentó problemas estructurales, incluyendo una vía de agua que impedía su partida inmediata. Debido a la necesidad de reparaciones, se decidió que permanecería en Tidore, mientras que la «Victoria», bajo el mando de Elcano, partió el 21 de diciembre de 1521 con el cargamento de especias, iniciando el largo viaje de regreso a España por la ruta del Índico. Durante una escala en la isla de Timor, el 5 de febrero de 1522, dos tripulantes desertaron, quedándose en la isla. Los testimonios de estos desertores, conservados en archivos portugueses, proporcionan detalles adicionales sobre la expedición que no aparecen en el relato de Pigafetta, enriqueciendo la comprensión de esta etapa del viaje.
La «Trinidad», una vez reparada, intentó regresar a España cruzando el Pacífico hacia América, una ruta ambiciosa pero arriesgada. Sin embargo, la nave fue capturada por fuerzas portuguesas en las Molucas, que consideraban la presencia española una violación de su esfera de influencia según el Tratado de Tordesillas. Sus tripulantes de la fueron apresados, y sólo unos pocos sobrevivientes, incluyendo a Gonzalo Gómez de Espinosa, fueron liberados en 1527 tras largas negociaciones. Mientras tanto, la «Victoria», con Elcano al mando, continuaría su travesía hacia España, enfrentando nuevos peligros en su ruta por el océano Índico y alrededor de África.
El Regreso bajo el mando de Elcano
Emprendiendo una travesía épica a través del océano Índico y alrededor de África. Elcano, consciente de la presencia portuguesa en estas rutas, navegó con cautela para evitar encuentros con las fuerzas rivales, que consideraban las Molucas parte de su esfera de influencia según el Tratado de Tordesillas. Durante una escala en Manila, en las Filipinas, la expedición se enfrentó al rajá Ache, quien intentó atacar la nave.
Elcano y su tripulación lograron capturarlo, liberándolo posteriormente a cambio de un rescate. En el proceso, dejaron en la isla a un moro hispanohablante, probablemente un intérprete o esclavo que había viajado con la expedición, lo que refleja los complejos intercambios culturales de la travesía. Este incidente, aunque menor, ilustra los desafíos de navegar por territorios hostiles y la necesidad de negociar para asegurar la supervivencia.
El 9 de julio de 1522, la «Victoria» llegó a Cabo Verde, una posesión portuguesa, donde la tripulación se enfrentó a un fenómeno inesperado: una discrepancia en el calendario. Para los marineros, era miércoles, pero los locales afirmaban que era jueves.

El Día Perdido de Elcano Vs. el día ganado en «Vuelta al Mundo en 80 Días» de Julio Verne
El 9 de julio de 1522, la nao Victoria, bajo el mando de Juan Sebastián Elcano, llegó a Cabo Verde tras completar casi tres años de viaje en la primera circunnavegación del mundo. Al desembarcar, los marineros descubrieron un fenómeno desconcertante: para ellos era miércoles, pero los portugueses locales afirmaban que era jueves. Este «día perdido» sorprendió a la tripulación, y Antonio Pigafetta, cronista de la expedición, lo relató con asombro: «Habían ‘ganado’ un día al navegar hacia poniente.» Este evento, registrado en la Relación del primer viaje alrededor del mundo, marcó una de las primeras evidencias prácticas de la esfericidad de la Tierra y del impacto de viajar en dirección contraria a su rotación.
Este fenómeno, que hoy explicamos mediante la línea internacional de cambio de fecha, se conecta con la novela de Julio Verne «La vuelta al mundo en 80 días» (1873), donde Phileas Fogg y su criado Passepartout también experimentan un «día ganado» al viajar hacia el este. En la novela, Fogg apuesta que puede circunnavegar el globo en 80 días, partiendo de Londres y viajando hacia el este a través de Asia y América. Al regresar, creen haber llegado un día tarde, pero descubren que han ganado un día porque cruzaron la línea de cambio de fecha en el Pacífico, donde se añade un día al viajar hacia el este. Este giro narrativo, inspirado en el conocimiento geográfico del siglo XIX, refleja el opuesto al caso de Elcano: mientras viajar hacia el este (en el sentido de la rotación terrestre) suma un día, viajar hacia el oeste (como hizo la Victoria) resta un día.

La razón del «día perdido» de Elcano radica en la rotación de la Tierra, que completa un giro de 360 grados en aproximadamente 24 horas de este a oeste. Al navegar hacia el oeste, la expedición se movía en la misma dirección que la rotación terrestre, prolongando ligeramente cada día solar en relación con el tiempo local. A lo largo de los tres años de viaje, esta diferencia acumulada resultó en la pérdida de un día completo al cruzar el globo. En contraste, Fogg, al viajar hacia el este, se movía en dirección opuesta a la rotación, acortando los días solares y ganando un día. Este fenómeno no fue entendido plenamente en 1522, pero la observación de Pigafetta fue un hito para la ciencia, confirmando que la Tierra es una esfera y que el tiempo varía según la dirección del viaje.
La conexión entre el «día perdido» de Elcano y la aventura ficticia de Fogg ilustra cómo la circunnavegación de 1519-1522 no solo transformó el comercio y la exploración, sino que también contribuyó al entendimiento moderno del tiempo y la geografía global. Mientras los marineros de Elcano se maravillaron ante un misterio inexplicable, Verne utilizó este concepto para crear un desenlace inolvidable.
Este «día perdido» se debía a que la expedición, al navegar continuamente hacia el oeste, había cruzado lo que hoy conocemos como la línea internacional de cambio de fecha, un concepto desconocido en la época. Pigafetta escribió con asombro: «Habían ‘ganado’ un día al navegar hacia poniente.» Para obtener víveres en Cabo Verde, la tripulación pagó con clavo, pero esta transacción alertó a los portugueses, quienes capturaron a 13 tripulantes, sospechosos de violar su monopolio comercial. Estos hombres fueron liberados más tarde tras negociaciones, pero el incidente puso en riesgo el regreso de la nave.
Tras superar estos peligros, la «Victoria», en un estado deplorable tras casi tres años de navegación, llegó finalmente a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522. Debido a su deterioro, la nave fue remolcada por el río Guadalquivir hasta Sevilla, donde ancló el 8 de septiembre.

Los 18 superviviente, exhaustos y demacrados, fueron recibidos con gran emoción. Pigafetta describió este momento histórico: «Gracias a la Providencia, el sábado 6 de septiembre de 1522 entramos en la bahía de San Lúcar… Desde que habíamos partido… recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero… El lunes 8 de septiembre largamos el ancla cerca del muelle de Sevilla y disparamos toda la artillería.» En un acto de devoción, los tripulantes, «en camisa y descalzos, con un cirio en la mano,» participaron en una procesión hacia la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y Santa María de la Antigua, agradeciendo su retorno.
La carga de clavo, descargada en Sevilla, resultó ser un tesoro de inmenso valor. Según los registros de la Casa de la Contratación, su venta no solo cubrió los costos de la expedición, estimados en unos ocho millones de maravedíes, sino que generó ganancias significativas, demostrando el éxito comercial de la empresa. Este logro marcó la culminación de la primera circunnavegación del mundo, confirmando la esfericidad de la Tierra y consolidando el legado de la expedición como un hito en la historia de la exploración.

Repercusiones y Legado
El regreso triunfal de la nao «Victoria» el 6 de septiembre de 1522 a Sanlúcar de Barrameda, marcó un hito sin precedentes en la historia de la exploración humana. En reconocimiento a su extraordinario liderazgo al completar la primera circunnavegación del mundo, el rey Carlos I de España otorgó a Juan Sebastián Elcano el título de hidalgo, un honor que elevaba su estatus social, junto con un escudo de armas que incluía la inscripción Primus circumdedisti me (Tú fuiste el primero en circunnavegarme). Esta distinción simbolizaba no sólo el logro humano, sino también el impacto monumental de la expedición que abrió una nueva era de conexiones globales.
La hazaña de Magallanes y Elcano trasciende lo meramente náutico, encarnando la tenacidad y el espíritu de exploración humana frente a adversidades abrumadoras, como tormentas, hambre, enfermedades y conflictos. Este viaje marcó el inicio de la globalización temprana, al conectar continentes a través de rutas marítimas y establecer intercambios económicos, culturales y biológicos que transformarían el mundo.
- Existe una confusión de fechas entre el 6 y el 8 de septiembre que se debe a varios factores: la «Victoria» llegó primero a Sanlúcar de Barrameda, en la desembocadura del Guadalquivir, el 6 de septiembre de 1522. Debido al estado deteriorado de la nave, Elcano contrató un barco para remolcarla río arriba hasta Sevilla, donde atracó el 8 de septiembre. Algunas fuentes, especialmente las que enfatizan el regreso triunfal al puerto principal de la expedición (Sevilla), citan el 8 de septiembre como la fecha de llegada, omitiendo o minimizando la parada inicial en Sanlúcar. El 8 de septiembre, cuando la Victoria llegó a Sevilla, fue un momento de gran simbolismo: las autoridades de la Casa de la Contratación y una multitud recibieron a los 18 supervivientes, quienes, según Pigafetta, «en camisa y descalzos, con un cirio en la mano, fuimos a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y a la de Santa María de la Antigua.» Este acto ceremonial, junto con el disparo de artillería y la descarga de las especias, marcó el final oficial de la expedición, lo que lleva a algunas fuentes a priorizar esta fecha como el regreso definitivo. En cambio, fuentes más precisas, como las de historiadores que citan a Pigafetta o documentos de archivo, enfatizan el 6 de septiembre como la fecha de entrada en territorio español al llegar a Sanlúcar de Barrameda. ↩︎
- La atribución errónea de la primera circunnavegación del mundo a Sir Francis Drake se debe a una combinación de factores históricos, culturales y propagandísticos que han perdurado en ciertas narrativas populares y académicas en el ámbito anglosajón. Durante el siglo XVI, Inglaterra y España eran potencias rivales, especialmente tras el ascenso de Isabel I y la creciente competencia por el dominio marítimo y colonial. La circunnavegación de Drake (1577-1580) ocurrió en un momento en que Inglaterra buscaba consolidar su poder naval frente al Imperio Español, que dominaba los mares tras la hazaña de Magallanes y Elcano. La expedición de Drake, a bordo del Golden Hind, fue celebrada como un triunfo inglés, no sólo por completar la vuelta al mundo, sino por su carácter corsario: Drake atacó puertos y naves españolas, saqueando tesoros en América y Asia, lo que lo convirtió en un héroe nacional en Inglaterra. Esta rivalidad fomentó una narrativa propagandística en Inglaterra que exaltaba los logros de Drake mientras minimizaba o ignoraba los de España. La expedición de Magallanes-Elcano, liderada por un portugués al servicio de España y completada por un español, no encajaba en el relato de superioridad naval inglesa. Como resultado, algunos cronistas ingleses posteriores enfatizaron la circunnavegación de Drake como la primera o la más significativa, omitiendo la anterior. Por ejemplo, el historiador inglés Richard Hakluyt, en su obra Principal Navigations (1589), glorifica a Drake, contribuyendo a su mitificación.
La circunnavegación de Drake fue ampliamente publicitada en Inglaterra. Obras como «The World Encompassed» (1628), basada en los diarios de Francis Fletcher, capellán de Drake, y relatos populares como los de Camden (Annales, 1615), resaltaron su viaje como un logro nacional. Estos textos, accesibles en inglés, moldearon la percepción pública y académica, eclipsando la hazaña ibérica. El nacionalismo inglés, especialmente tras la derrota de la Armada Invencible (1588), fomentó una visión anglocéntrica de la historia marítima. Drake fue ennoblecido por Isabel I y su circunnavegación se convirtió en símbolo de la emergente potencia naval inglesa.
Esta percepción persiste en algunos círculos ingleses modernos, como menciona Wikipedia: «Sorprendentemente, una creencia popular inglesa, aún hoy defendida en artículos periodísticos e incluso en recursos pretendidamente académicos, sostiene que la primera vuelta al mundo fue la de Francis Drake entre 1577 y 1580… olvidando la expedición Magallanes-Elcano, de 1519-1522.» Este sesgo refleja una preferencia cultural por héroes nacionales sobre hechos históricos objetivos.
Impacto Comercial y Político. ↩︎ - La expedición de Magallanes partió con un número de tripulantes que varía según las fuentes históricas, pero comúnmente se estima entre 237 y 270 hombres. De acuerdo con la documentación detallada en Wikipedia en español, basada en Fernández de Navarrete (1837), fueron exactamente 239 tripulantes distribuidos en las cinco naves: 62 en la Trinidad, 57 en la San Antonio, 44 en la Concepción, 45 en la Victoria y 31 en la Santiago. Otras fuentes, como National Geographic, indican 240 hombres, considerando posibles adiciones durante la escala en Tenerife. Fuentes adicionales, como la BBC y varias referencias históricas, mencionan alrededor de 250 o 260 tripulantes, reflejando posibles inclusiones de supernumerarios o variaciones en los registros. La composición incluía marineros de diversas nacionalidades: principalmente españoles, portugueses, italianos, franceses y otros europeos, con roles como capitanes, pilotos, marineros y grumetes. ↩︎
- Un veedor es un inspector, visitador, observador. En la Corona de Castilla era un funcionario que tenía un carácter fiscalizador en las ciudades y villas por los que se controlaban que las obras de los gremios o las instituciones responsables del abastecimiento de los municipios eran conformes con las leyes u ordenanzas. También ejercían de visitadores o pesquisidores de las villas o tierras ejerciendo funciones judiciales o fiscales (Wikipedia) ↩︎
- El clavo era una especia tan valiosa en la Era de los Descubrimientos debido a su escasez geográfica, su papel en la conservación de alimentos y la cocina de élite, sus usos medicinales y su simbolismo como bien de lujo. Su alto valor económico, comparable al del oro, lo convirtió en un objetivo estratégico para las potencias europeas, impulsando expediciones como la de Magallanes-Elcano y alimentando rivalidades geopolíticas. El éxito de la nao Victoria al regresar con 26 toneladas de clavo en 1522 no solo demostró la viabilidad de la ruta occidental, sino que también consolidó el papel del clavo como un pilar de la economía y la expansión imperial europea, marcando el inicio de una era de comercio global. ↩︎

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